miércoles, 22 de abril de 2009

Entre otras obras citamos las más caras que sirven de clave de la bóveda en las arcadas de la fuente monumental instalada en los jardines del parque del castillo de Sceaux, que reemplazan a algunas obras perdidas de Coysevox. Por encargo de un ebanista, Rodin talla en madera dos amorcillos destinados a adornar los pies de una cama, y dos pequeñas Cariátides para un cofre. La ciudad de París le encarga una estatua de D’Alembert para un nicho externo en el Palacio Municipal. Participa en un concurso organizado para los modelos relacionados con un monumento conmemorativo de la defensa de París en 1870, destinado al “Rondó de la defensa” de Courbevois. Su modelo, animado por un soplo épico, no es aceptado por la comisión. Llamado a las armas era el título de esa obra que posteriormente se convirtió en El genio de la guerra. Representa una figura al lado en la que se apoya un héroe herido y recuerda a La Marsellesa del departamento de los voluntarios, el alto relieve del Arco del Triunfo de París, situado en la Plaza de la Estrella.*, la obra maestra de Rude. Realiza trabajos en Niza (dos Caríatides para la villa Neptuno) y en Estrasburgo. A este período corresponden algunos retratos femeninos, cuya gracia afectada trae reminiscencias de su primera manera. Además de éstos, Rodin realiza trabajos para la Manufactura de Sévres, cuyo director desde 1875 era Carrier Belleuse. A pesar de que habían tenido desinteligencias pasajeras, el director conservaba el mejor recuerdo de su antiguo colaborador, y lo toma a partir de junio de 1879. Rodin inaugura su temporada de trabajo con dos series de objetos de mesa con escenas de caza diseñadas por Carrier Belleuse, y prepara modelos para platos y jarros de formas diversas. Estudia y perfecciona un recurso que le permite dar un ligero relieve a los objetos. Este método después es adoptado también en los dibujos realizados entre 1879 y 1885: los trazos son suaves, a la pluma, y el juego de luces y sombras, que crea el efecto de relieve, es un sombreado a la aguada. Su labor de ceramista cesa en 1882. Dos años antes Rodin había recibido el encargo de La puerta del Infierno, la obra que sería el tormento de su vida.

En ese entonces estaba en estudio un proyecto para la construcción de un museo de arte decorativo a orillas del Sena y frente al Jardín de las Tullerías. Preveían una puerta monumental que, gracias a la intervención de sus amigos, “M. Rodin, artista y escultor, es encargado de realizar, por la suma de 8.000 francos, el modelo de una puerta decorada con bajos relieves que representen la Divina Comedia de Dante”.
Muchos dibujos atestiguan cuáles eran las intenciones del escultor. Rodin recuerda las puertas del Baptisterio de Florencia, y especialmente la del “Paraíso” de Ghiberti, de la que cuenta con fotografías de conjunto y de detalles. Entonces estudia una subdivisión en cuatro paneles para cada parte de la puerta, uno sobre otro pero separados por medio de un angosto friso con motivos de follaje. Acumula dibujos para este bajo relieve, en su mayoría dibujos a la tinta, indicando la musculatura por medio de trazos hechos ejerciendo presión, mientras que en otros dibujos utiliza para el sombreado la técnica de la aguada sobre un fondo de acuarela y de sepia. A veces alguna anotación detalla todavía más el tema. El carácter trágico de estos dibujos prueba que el escultor se inspiró en la divina Comedia sobre todo en el “Infierno”.
Surgida de su primera inspiración, la regular composición en paneles pronto es reemplazada por una concepción totalmente distinta. Rodin rechaza la discontinuidad de las escenas disponiéndolas sobre un fondo sin marco, tal como Miguel Angel ordena en la Sixtina las escenas del juicio Final. Al adoptar esta técnica el escultor obtiene mayor efecto dramático, creando un espacio tridimensional. Las figuras y los grupos surgen sobre un fondo caótico, a la vez que son sumergidos en la masa. En este cúmulo de formas el artista introduce todas las variantes que improvisa a impulsos de un entusiasmo y de una vehemencia tormentosa. A la evocación romántica del universo dantesco Rodin une el grito baudelaireano de Las flores del mal.


EDGAR DEGAS II

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COMENTARIOS

Por más extraño que pueda parecer, desde hace un siglo y medio a la actualidad la historia de la escultura en gran parte, si no en su totalidad, es la historia de la escultura de los “no” escultores. Por lo tanto, un historiador objetivo no puede hacer abstracción del aporte casi siempre innovador, a veces incluso decisivo, de los pintores que se dedicaron a la plástica.
La serie comenzó con Gericault para continuar con Daumier –el único auténtico escultor romántico-, Courbet y sucesivamente con Rendir y gauguin hasta Bonnard y, sobre todo, Matisse, Picasso y, poir que no, Giacometti y Max Ernst. No falta el ejemplo de los italianos: Modiglianii, entre Brancusi y la escultura negra, y Boccioni que precisamente encontró soluciones novísimas y verdaderamente geniales en la escultura más que en al pintura..

Esta casi ininterrumpida sucesión en el curso de ciento cincuenta años es demasiado importante como para que no se nos planteen dos preguntas: ¿qué causas llevaron a los pintores a incursionar en un campo que, en sus orígenes, no era el de ellos? Y ¿ qué consecuencias trajo esa nueva actividad?. Es evidente que sintieron la necesidad de experimentar en la escultura los mismo hallazgos de la pintura, con un lenguaje que no estuviera atado a las reglas de una fría, escolástica academia, y que precisamente esta desprejuiciada búsqueda de una manera expresiva inventada “ex novo” brindó soluciones que no habrían podido encontrar artistas consagrados al oficio tradicional.

A Degas le corresponde un sitio prominente dentro de esa producción, y mientras Rendir en avanzada edad se valió de la mano de un “practicien” como fue Guino, guiándola hasta hacer de ella un docilísimo instrumento, Degas, excepción hecha de algún consejo que le pueda haber dado su amigo Bartolomé, afrontó por su cuenta y no sin fracasos los menesteres impuestos por la nueva técnica. Como resulta claramente de una carta sin fecha –pero seguramente de 1884- dirigida a Henri Rouart, Degas era perfectamente consciente de ese proceso. El estaba en ese entonces trabajando en la campiña de Ménil-Hubert, y trabajaba en un busto de la hija de su huésped, el pintor Paul Vanpinçon, el dueño de la Gran bañista de Ingres que actualmente está en el Louvre. “Pese a todo voy a volver a París, mi querido amigo –escribía- rebosante de salud después de una de mis más largas permanencias en el campo de las que me acuerde.

El motivo de mi regreso es un gran busto con brazos de la joven Hortense que comencé, y que estoy acabando paciente y penosamente. Toda la familia y los amigos están allá vigilándome, y, doy fe, una duda horrible parece querer disiparse en esas amables figuras.¡Oh, primeramente me he engañado….! Nosotros no sabemos lo que hacemos hasta que dejamos un poco el oficio por atender a las cosas que nos son más necesarias. Es hermoso decirse que con ingenuidad se solucionará todo. Puede ser, pero muy confusamente”.
Esta confesión sin duda fue confirmada por los hechos, ya que el busto de Hortense Valpinçon, se arruinó, en gran parte, por impericia técnica cuando Degas sacaba el molde, en tanto que posteriormente también los restos del torso teminaron por echarse a perder en el taller parisiense. Este caso no es el único en la obra de Degas, y casi siempre la causa estriba en defectos de los armazones, improvisados con elementos fortuitos. Cuando, después de la muerte del artista, Paul Durand-Ruel realizó el inventario del taller encontró alrededor de ciento cincuenta esculturas de las cuales, gracias a ligeros arreglos a cargo de Bartolomé, pudieron ser rescatadas, solamente setenta y tres entre ceras y cretas, que posteriormente fueron fundidas en bronce a cargo de Hébrard.

Debemos mencionar que la actividad plástica de Degas comenzó tempranísimo. En efecto, la primera obra fechable con una cierta precisión, el Caballo en el abrevadero, está directamente vinculada con el cuadro del Museo de Brooklyn, en el ballet “la source”, que en 1866-1868, en cuya composición figura, precisamente, un caballo en la misma pose. A esa misma época pueden atribuirse también las Muchachas que recogen manzanas, versión reducida de un gran bajo relieve que Bartolomé recordaba haber visto antes de 1870.


AUGUSTE RODIN II

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Para comprender la importancia del papel precursor ejercido por Rodin en la escultura del siglo XXI, es preciso recordar las circunstancias de la escultura del siglo XIX. Mientras que la pintura, nutrida por la multifacético genialidad de sus cultores, brilla con un esplendor parangonable al que tuvo en Europa en los siglos XV y XVI, la escultura se ha estancado en la repetición de fórmulas de un neoclasicismo decadente y carente de savia.
De todos modos, a los escultores no les falta trabajo: encargos oficiales para la decoración de edificios públicos e iglesias, monumentos conmemorativos y fúnebres y retratos. A estos diversos géneros se agregan las esculturas para particulares que responden al gusto de un público de admiradores cada vez más numeroso. Pero abundancia no es sinónimo de calidad. El escultor romántico Auguste Préault (1809-1879) declara “mediocridad de primer orden: esto es lo que la masa necesita”, y esa aseveración brinda una precisa idea de cual era, entonces, el nivel de la creación artística. Pese a todo, hay algunos nombres que se destacan: François Rude (1784-1855), Antoine Barye (1796-1875), Jesn Baptiste Carpeaux (1827-1875) y Honoré Daumier (1808-1872), que se distinguen por su espíritu independiente y el vigor de su personalidad. La atención de Rodin se dirige a ellos instintivamente y estudiando sus obras asimila las lecciones más provechosas.

Los trabajos –tan poco conocidos- realizados durante su juventud revelan una habilidad técnica, una facilidad para plantar las formas que asombran a sus compañeros de colegio o de taller. Sin embargo, en los temas que trata todavía no logra liberarse de la costumbre impuesta por la moda. Su timidez y la necesidad de ganarse el pan contribuyeron a que durante muchos años se mantuviera en una rutina que frustraba sus más originales inclinaciones.
Los años pasados en Bélgica, desde fines de 1871 hasta comienzos de 1877 ponen a Rodin en contacto con la escultura barroca flamenca, y el aprendizaje realizado le permite admirar las obra de Pierre Puget, cuyo Milón de Trotona había apreciado en el Museo del Louvre, el San Sebastián de Génes y el San Ambrosio de la Iglesia de Santa María de Carignan. A esa experiencia se suma la revelación en 1875 del arte de Miguel Angel cuya obra conoció en Roma y en Florencia. “Miguel Angel me liberó del academicismo”, dirá posteriormente a Bourdelle. Convencido de las verdades que intuye, a su regreso a Bruselas comienza una gran figura, la primera manifestación del florecimiento de un ser que por fin encontró su camino representado en El vencido, presentada en Bruselas bajo ese nombre en 1877 y posteriormente en París pero ya con su título definitivo de La edad del bronce. El estupor que provoca se debe al sensible modelo de la figura que le vale al autor la acusación de haber esculpido esa obra haciendo calcos del natural. En torno de La edad del bronce. El estupor que provoca se debe al sensible modelado de la figura que le vale al autor la acusación de haber esculpido esa obra haciendo calcos del natural. En torno de La edad del bronce se entabla una verdadera batalla que señala el comienzo de una abierta lucha contra el arte oficial. En los años siguientes cada obra expuesta por Rodin atrae la atención del público. Sus esculturas afirman su respeto por la naturaleza y demuestran su deseo de interpretarla sin producir copias serviles. En su conjunto, la obra de Rodin se basa en raíces profundamente humanas, El posee el don de captar y representar la fugacidad de una impresión, de un gesto y de una pose. En sus personajes inmóviles, que duermen o descansan, percibimos casi como una prolongación de su vida interior.

El Museo Rodin ofrece la posibilidad de estudiar la evolución artística de este hombre que experimentaba intensamente la alegría suscitada por el trabajo. “Siempre viví como un obrero, pero la felicidad de trabajar me hizo superar invariablemente toda dificultad. Por otra parte, apenas estoy inactivo me aburro, y me resultaría insoportable no producir nada. El descanso es monótono y evoca la tristeza de todo lo que se termina”.
Ahora entendemos mejor la cantidad de bocetos y croquis, los innumerables estudios planteados previamente a la realización de un encargo oficial o por el puro placer de crear.
A La edad de bronce le sigue San Juan Bautista predicando (1878-1880). Si consideramos al hombre que camina en su versión original, de 80 cm de altura como primer estudio del San Juan Bautista predicando, podremos medir la distancia que lo separa de la versión definitiva. En el hombre que camina el vigor de su torso mutilado, la premeditada, exagerada acentuación de los músculos que vibran bajo la piel son fruto de una improvisación en presencia del modelo. El equilibrio del cuerpo se basa en las piernas, que se abren en la marcha y tiene los pies adheridos al suelo. El talón del pie izquierdo, que está detrás, debería estar levantado para corresponder a la realidad del movimiento, pero Rodin se atreve a deformar la realidad del movimiento, pero Rodin se atreve a deformar la realidad, actitud que será para él una regla en la consolidación de su estilo.
Simultáneamente con la realización de estas obras –que revelan su valor a un número de defensores todavía restringido- Rodin acepta los trabajos de decoración para el Trocadero (Exposición Universal de 1878).


AUGUSTE RODIN

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Auguste Rodin, segundo hijo de un modesto funcionario de la prefectura de policía, nació en París el 14 de noviembre de 1840. sus padres se preocuparon de cuidar atentamente la educación religiosa y de guiar lo estudios de sus hijos, pero Auguste Rodin era un alumno mediocre y distraído hasta el día en que pudo dar rienda suelta a su pasión por el dibujo. En 1854 se inscribió en la Escuela Imperial de dibujo y matemática, familiarmente llamada “la pequeña escuela”. Siguió los cursos de Orase Lecoq de Boisbaudran, excelente maestro que basaba su enseñanza en la ejercitación de la memoria. Las copias de los maestros del siglo XVIII, las sesiones en el Museo del Louvre para hacer croquis de las esculturas de los antiguos maestros y los primeros ensayos realizados tomando modelos vivos en la Manufacture des Gobelines, a la noche son completados con bocetos “de memoria”, fruto de las impresiones recibidas durante el día. En 1855 se le revelaron a Rodino las posibilidades del modelado de la materia y en medio de la euforia de un descubrimiento que le permitió crear formas entrevió su verdadera vocación: la escultura. Dos años después, cuando sus estudios ya terminaron, su familia, preocupada por su futuro, siguió el consejo de un escultor entonces cotizado, Hippolyte Maindron, quine juzgó favorablemente los trabajos del joven estimulándolo para que se presentara en la escuela Nacional superior de Bellas Artes, la única que podía facilitar el reconocimiento oficial de un talento. Lo esperaban tres fracasos consecutivos, pero el joven persiguió su ideal con pertinaz entusiasmo. Las modestas condiciones materiales en que vivía su familia lo obligaban a aceptar trabajos de cualquier tipo, como decoraciones, muebles y orfebrería. Un duro golpe para Auguste Rodin fue el deceso de su hermana menor, María acaecida en 1862. el sufrimiento que le causó esa muerte lo llevó a ingresar en la Congregación de los Hermanos del Santísimo Sacramento. El reverendo Padre Eymard, superiror de la Congregación, consintió en posar para el joven novicio y no tardó en convencerlo de que su vocación no era la vida religiosa sino ser escultor.

Realizado en 1863, ese busto es su primera escultura fechable con seguridad. Pasados algunos meses de retiro y meditación, Rodin volvió a su familia madurado por la experiencia sufrida. El año siguiente, 1864, fue decisivo: por primera vez intentó exponer en el Salón des Artistas français, ingresó en el taller de Carrier-Belleuse, escultor que seguía el estilo de la época del Segundo Imperio, y conoció a Rose Beuret, que sería la compañera de su vida. A pesar de la miseria y los disgustos la joven pareja era feliz, y esta sencilla felicidad inspiró al artista obras fascinantes, en un único ejemplo de las favorables condiciones brindadas a su labor por una atmósfera de serenidad y de confiada esperanza. La colaboración con Carrier-Belleuse dio nuevo impulso al destino de Rodin, nuevamente comprometido por la guerra franco-prusiana de 1870. La caída del Imperio provocó el cierre de los talleres parisienses y los artistas buscaron fortuna fuera de Francia. Carrier-Belleuse fue invitado a radicarse en Bruselas para participar en los trabajos de decoración de la Bolsa de Comercio, y en esa ciudad abrió el taller del que Rodin formaría parte entre 1871 y 1877. El viaje a Italia emprendido por Rodin en 1875 lo puso en contacto con las obras de Miguel Angel. De regreso en Brusels realizó el trabajo por el que, por fin, lograría la atención del mundo artístico: La edad del bronce. Expuesta en 1877, esta figura provocó un escándalo por la audacia de su “novedad” ; el modelado, que da la ilusión de que es algo viviente. A pesar de la violencia de los ataques que tuvo que soportar, Rodin no claudicó y prosiguió por el camino que se había trazado. El período entre 1880 y 1900 fue el más fecundo de su vida. Además de esculturas individuales realizó el trabajo oficialmente encargadas, como el grupo de Los Burgueses de Calais, La puerta del Infierno, el Monumento a Claude Lorrain, el Monumento a Victor Hugo, y el Monumento al Presidente Sarmiento (Buenos Aires 1895).

Además de las obras derivadas de la Puerta del Infierno y de muchos retratos, su personalidad encuentra su más viva expresión en esculturas individuales. La eterna primavera, El beso, y El ídolo eterno, exaltan la belleza de la pareja humana. Con Orfeo, Rodin alcanza la cima más elevada de su inspiración. La mano de Dios, La Catedral y El secreto, testimonian la observación y el estudio de manos, a las que Rodin considera tan expresivas como el rostro humano.
Escultor de la figura en movimiento, para Rodin la danza debía ser una inagotable fuente de estudio. Tanto dibujando como modelando fijaba la poses instantáneamente y los croquis realizados con prosperidad al Monumento a Balzac constituyen en el último período de su vida la parate más original de su producción. Rodin murió el 17 de noviembre de 1917. El Museo Rodin fue fundado gracias a la donación que él realizó de sus obras y de su colección a Francia, su país natal.






EDGAR DEGAS

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Edgar Hilaire Germain de Gas nació en París el 19 de julio de 1834. Era hijo de Pierre Auguste Hyacinthe, que por parte de madre tenía sangre napolitana y de Celestine Musson, criolla de Nueva Orleáns. Banquero por tradición familiar, su padre, hombre de amplia cultura, amigo de artistas y coleccionistas y frecuentador del Louvre, no obstaculizó la precoz vocación artística del joven.Después de haber cursado el bachillerato, en abril de 1853 Edgar comenzó a asistir al taller del pintor Barias y luego estuvo bajo la guía de Henri Lamothe, pintor lionés que había sido discípulo de Ingres. Paralelamente, visitando el Louvre con asiduidad, Degas se dedicó a copiar a los maestros del pasado, desde Beato Angelico y Mantenga hasta Holbein y Clouet. Pero ya en los primeros autorretratos y retratos Degas manifestó una madurez y un dominio técnicos que demostraban su excepcional personalidad y cuando en abril de 1855 ingresó en la Escuela de Bellas Artes para asistir a ella con intermitencias, se puede decir que ya no tenía nada que aprender.

Durante estos mismos años comenzaron también sus viajes por Italia, facilitados por el hecho de que en Nápoles vivía su abuelo paterno y en Florencia sus tíos y primas Bellelli. Viajó por primera vez a Nápoles en 1854. Regresó a esa ciudad en 1856 despues de una estada en Roma, y entre mediados de 1857 y 1859 residió nuevamente en Italia. En Florencia no solo siguió copiando a los maestros italianos y comenzó el gran Retrato de la familia Bellellli, que sería retomado en París y terminado hacia 1862, frecuentó el café Michelangiolo y entabló amistad con Telémaco Signorini y con el joven crítico diego Martelli.
Su regreso a París coincidió con el período de sus obras de tema histórico: ejercicios guerreros de jóvenes espartanos, Semiramis fundando una ciudad, la hija de Jefté, y por último Las desventuras de la ciudad de Orleáns. Luego se agregó el de los espectáculos de carreras de caballos y del teatro. Pero el no descuidaba el retrato. Género en el cual logró resultados memorables por su firmeza, digna de los antiguos maestros, a la vez por lo audaz, novedad del encuadre, como en La mujer de los crisantemos.

Entre 1861 y 1863 Degas conoció a Manet por intermedio de su amigo el crítico Durante y frecuentaba las reuniones de artistas en el café Guerbois, donde se reencontró con Renoir, Pisarro, Monet, Sisley, Cezanne y con escritores como Zola, Duret y Burty. Su amistad con Desiré Dihau de la orquesta de la Opera, le posibilitó frecuentar Edmundo teatral en que se inspiraría durante toda su vida.
Posteriormente con el paréntesis de la guerra, durante la cual prestó servicios en la artillería de las fortificaciones parisienses, Degas ingresó al mundo de las bailarinas. En octubre de 1872, Degas partió a Nueva Orleáns, donde siendo huésped de su tío y sus primos Musson, pinta ese interior de una oficina comercial, El mercado de algodón. Esta obra figuró en la segunda exposición de los impresionistas en 1876. En el año 1873 regresó a París y reanudó sus contactos con los innovadores. En 1881, Degas expuso por primera y última vez una escultura: Pequeña bailarina de catorce años. A continuación vino una serie de pequeñas esculturas de bailarinas, de mujeres que se lavan y de caballos en movimiento que anticipan y acompaña los motivos de sus cuadros al punto de que no pueden ser separados.

La curiosidad de Degas por todos los procedimientos técnicos dio lugar desde 1877 en adelante a la serie de los monotipos de las aguafuertes y de las litografías, mientras que prefería cada vez más anteponer el pastel a la pintura al óleo. Esta multiplicidad de sus experiencias lo condujo a una mayor libertad de expresión. En 1889 durante un viaje que hizo a Tánger y a Madrid junto con Boldini confirmó su admiración por Velásquez (Nada, nada puede dar una idea de lo que es Velázquez, escribía a sus amigos). Al año siguiente Degas estuvo en Borgoña con el escultor Bartolomé, y ese fue su último viaje largo. Desgraciadamente Degas a partir del año 1893, tenía problemas en la vista, surgidos tiempos atrás, que tendían a agravarse, hasta llegar en su última época a una virtual ceguera. Sin embargo Degas, siguió pintando y modelando bailarinas y desnudos femeninos, no sin un atisbo de misoginia, hasta el límite de sus fuerzas.
Degas, cerró sus ojos el 27 de setiembre de 1917.






Miguel Angel Buonarroti

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Miguel Angel Buonarroti, segundo de cinco hermanos, nació el 6 de marzo de 1475 en Caprese (Arezzo), donde su padre, Ludovico, era podestá por cuenta de Florencia. Precisamente a finales de aquel mismo mes, cumplido su mandato, Ludovico reintegró a su familia a Settignano (Florencia). En 1481 puso a su hijo a estudiar gramática con el humanista Galatea de Urbino. Poco después, el muchacho trabó conocimiento con el pintor Francesco Granacci, que le aventajaba en seis años, éste le animó a dibujar, en contra de su voluntad. Hasta 1488 no se resignó el padre a que Miguel Ángel se colocara en el taller de los pintores Domenico y Davide Ghirlandaio, uno de los mejores de Florencia: el primero de octubre suscribió un contrato de aprendizaje, según la costumbre, por una duración de tres años. En su vejez, cuando orientaba a A. Condivi, que escribía su biografía, el maestro había de negar aquellas enseñanzas; pero están comprobadas por el testimonio de varios historiadores de su tiempo, así como por el estilo de sus primeras obras. De todos modos, es cierto que debido a discrepancias con sus maestros abandonó a los Ghirlandaio antes del plazo establecido, en una época no precisa, pero comprendida entre 1489 y 1490.

Los primeros biógrafos de Miguel Angel (Vasari y Condivi) sostienen que casi inmediatamente empezó a frecuentar el jardín de la plaza de San Marcos, estudiando las esculturas antiguas reunidas por Lorenzo de Medicis, bajo la dirección de Bertoldo de Giovanni, que por consiguiente habría sido su verdadero maestro, al menos en el campo de la plástica. Esta noticia ha hallado crédito por parte de la mayoría de los especialistas, incluso recientes. Sin embargo la fugaz alusión en La Vida de Condivi además de varias ambigüedades y contradicciones por parte de Vasari, suscitan en algún crítico un legítimo escepticismo respecto al jardín mediceo como escuela, que muy improbablemente habría podido dirigir el entonces ya anciano Bertoldo. A ellos debe añadirse que últimamente habría podido dirigir el entonces ya anciano Bertoldo. A ellos debe añadirse que últimamente ha aventurado la hipótesis de que la formación de Miguel Ángel comino escultor se produjo en realidad en el círculo de Benedetto de Maiano. Como quiera que sea, resulta que el joven fue acogido como hijo adoptivo por Lorenzo de Médicis, entusiasta de su talento, y que en el palacio del mecenas tuvo ocasión de conocer a Poliziano, Pico de la Mirandola, Marsilio Ficino y otros humanistas. En el mismo palacio esculpió la Madonna de la escalera y la Centauromaquia. Al morir Lorenzo en 1492, su sucesor, Pedro de Médicis, mantuvo la hospitalidad al artista.

Poco antes de la entrada en Florencia de los invasores franceses de Carlos VIII (14 de octubre de 1494), Miguel Ángel huía a Venecia, de donde pasó a Bolonia, trabajando como escultor. Realizó otras pequeñas estatuas, actualmente dispersas, y por fin regresó a Florencia, en noviembre de 1495, vez primera, como huésped del cardenal Diario. Ya en noviembre del año siguiente había esculpido en Florencia el Baco y un Cupido (perdido) para el banquero I. Galli, cuando le fue encargada la Piedad para la basílica vaticana de San Pedro. La ejecución de este grupo tuvo efecto en Roma entre 1498 y 1499. En aquella época, según fuentes antiguas, Miguel Ángel habría dibujado “y tal vez coloreado” un San Francisco estigmatizado para San Pedro en Montorio, que con seguridad no puede identificarse con el fresco del mismo tema que todavía se encuentra allí.
En 1501, de nuevo en Florencia, iniciaba la Virgen marmórea de Brujas. El 5 de junio recibió el encargo de varias esculturas para Siena y el 16 de agosto el del célebre David, también en mármol. Al año siguiente, el gobierno florentino, le pedía un segundo David, éste en bronce, para el cardenal Rohan; escultura que fue ejecutada luego por otros. De 1503 es otro encargo importante: doce estatuas de Apósteles para la catedral de Florencia; sin embargo, Miguel Ángel apenas esbozaría uno de ellos, el San Mateo. Un año después, mientras estaba esculpiendo el Tondo Pitti y el Taddei, es probable que comenzase a pintar el Tondo Doni.

En agosto obtenía el encargo de otra obra de mucho compromiso: el fresco sobre la Batalla de Cáscina.
Los mismos escritores conviene, efectivamente, en que sus primeros pasos por el arte se tradujeron en copias de Giotto, Masaccio y otros artistas y en una reproducción pictórica de la tentación de San Antonio, grabada por M. Schongauer. Algunas hojas que se encuentran en el Louvre y en otros lugares, documentan aquellos ejercicios; una pequeña tabla recientemente vendida en Londres, podría documentar, por su parte, la réplica según Schongauer, ejecutada con exquisita frescura de colorido y toque Ghirlandaiesco; esto es justificable en un autodidacta estimulado por Grancci, que había sido discípulo de Domenico Ghirlandaio. Algunas referencias ulteriores a los comienzos de Miguel Ángel aluden a dos fragmentos de la Dormición de la Virgen y del Bautismo de Cristo respectivamente y que forman parte del ciclo de frescos de los propios Ghirlandaio en Santa María Novella de Florencia (1488-1489). Pero estas atribuciones no son aceptadas de modo unánime por la crítica, como tampoco la de otras pinturas que en todo caso derivan también de la erudición ghirlandaiesca. Por lo demás, no le es del todo extraño el Tondo Doni.

Está claro que la soberbia tabla de los Uffizi revela una calidad que los Ghirlandaio no llegaron nunca a rozar; además, trasciende la visión de éstos –aunque solo fuera por las referencias de Sgnorelli, en el mismo museo, y a las innovaciones de Leonardo –proyectándose hacia el mundo exclusivamente miguelangelesco de la Sextina: la viril belleza de la Virgen anticipa alguna de sus Sibilas. No obstante, la sustancia de los claroscuros, fría y nebulosa en las sobras, evoca el lenguaje de los Ghirlandaio: así como en general, la turgente naturalidad de las figuras enmarcadas en unos contornos vigorosos. Esta plasticidad ha inducido a diversos exegetas a insistir en el hecho de que Buonarotti, al pintar, utiliza medios propios de la escultura.

Con una concepción tan grandiosa se relaciona en el tiempo la de la Batalla de Cáscina, de Miguel Ángel debía pintar al fresco en la Sala del Consejo e Palazzo Vecchio, como “pareja” de la Batalla de Anghiari encargada a Leonardo. Sabido es que ambas obras quedaron interrumpidas, tal vez al comienzo de su realización, cuando estaban ya listos los correspondientes cartones. Benvenuto Cellini los denominó “escuela del mundo”, ya que sirvieron como ejemplo a innumerables artistas mientras se conservaron, lo cual no ocurrió después d e1550Hoy solo conocemos ambas obras a través de copias parciales, de manera que no es posible un examen exhaustivo.En 1504 el David de mármol fue colocado en la plaza de la Signoría. Unos mese después el papa Julio II invitaba a Miguel Ángel a Roma para confiarle la escultura de su propia tumba. El proyecto fue aprobado rápidamente y el artista se trasladó a Carrara, para la elección de los mármoles. En 1506 se encontraba de nuevo en Roma, dispuesto a concretar el trabajo. Pero no consiguió audiencia del pontífice, por lo que regresó enojado a Florencia. Había comenzado “la tragedia de la sepultura” como él mismo la llamaría, que tanto iba a angustiarle, de las tantas esculturas que había previsto, solo podría realizar una : El Moisés.En 1508, Miguel Ángel se comprometía en Roma par decorar la Capilla Sixtina del Vaticano, en cuyas paredes habían pintado al fresco una compleja ornamentación artistas umbros y toscanos.El maestro puso inmediatamente manos a la obra, realizando los dibujos preparatorios para el inmenso conjunto al fresco. En otoño de aquel mismo año llegaron los ayudantes que había llamado de Florencia; su viejo amigo Granacci, Gugiardini, Aistotile de Sangallo y otros prácticamente desconocidos.. Miguel Ángel los despidió casi seguidamente y se dispuso a continuar solo.

Pero los exámenes técnicos y estilísticos han permitido determinar recientemente que en realidad los colaboradores participaron en la obra quizás hasta enero de 1511, si bien limitando su trabajo a zonas secundarias como los amorcillos-cariátide, los medallones, etc. Ya que su anterior intervención en el Diluvio no había sido feliz. Por supuesto, ello nada sustrae a la absoluta paternidad artística del maestro.
La pintura de de la Capilla Sextina se inició en 1508/9: primero con dificultades de orden técnico, siguiendo así hasta 1510, fecha en que se descubrió la mitad aproximadamente del techo. Entre 1511 y octubre de 1512 pintó la superficie restante. La crítica moderna al estudiar la bóveda de la Capilla Sextina ha insistido mucho en la investigación de fuentes temáticas y significados esotéricos.Estos, parece que se pintasen las fases salientes de la aventura espiritual de la humanidad o bien una intricadísima figuración del árbol de Jesé. En los contenidos estilísticos se encuentran ya señaladas por Vasari la absoluta novedad estructural del fresco, la persuasión inédita con que están expresadas las figuras, la ciencia de la perspectiva, la intensidad del dibujo y la ágil prestancia del resultado pictórico. Al mismo tiempo se logró precisar que la “perfección de los escorzos” pertenece a una rigurosa e incesante concatenación entre los diversos elementos figurativos, como en el Tondo Doni, pero ejecutada con profundidad aún más sabia.De ahí la dramática agudización de la tensión total y la conciencia en el contemplador de hallarse sumido en una gigantesca y casi peligrosa actuación de esfuerzos sobrehumanos. Este es el significado probable de la “terribilidad” de Miguel Ángel e su primera manifestación pictórica completa. A la edad de 89 años, muere en Roma, el 18 de febrero de 1564.


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